viernes, 2 de abril de 2010

Un pueblo sometido.


De camino a la ciudad de México, una caravana de españoles vislumbró un cue gigante y blancuzco que sobresalía por entre la espesura de la selva que después llamaríamos Veracruz, los europeos otorgarían a dicha elevación el título de Castilblanco en memoria de la ciudad ibérica que honraba su parecido, era obvio que buscaran entender el mundo que les rodeaba y lo asociaran con el que cargaban en la memoria; y es que la visión de un conquistador adecúa las cosas a sí mismo y no al revés, las nuevas tierras después serían bañadas con sus creencias, casi todo sería renombrado conforme a sus apelativos, el motor principal de su andanza sería la ambición y apetencia de riquezas que más tarde dejaría entre sus pasos un manto sangriento de destrucción y tiranía. Con su arribo a Mesoamérica se encontraron con un pueblo tributario, matizado y disperso que parecía uno solo, dividido territorialmente pero unido por el rencor al sometimiento, un ansia libertadora se ocultaba temerosa. Bernal Díaz del Castillo narra que en Cempoal fueron recibidos por el cacique gordo, quién estalló en lágrimas al recordar el suplicio de su pueblo, se vislumbraba ya un terror generalizado, descubriendo una brecha oportuna para que la minoría que les conformaba se acrecentara en cantidad por dicho sentimiento y surgiera así el primer pacto revolucionario de nuestra historia.

Los mexicas, amos y señores cuyos dominos se extendían a gran parte de Mesoamérica, eran dadores de vida, el germinar del tiempo yacía en el filo de su obsidiana, dioses de sus dioses, los requisidores de tributo se desplazaban con orgullo y soberbia por entre el basto señorío, eran embajadores del imperio, amos del terror, parteros de la muerte. La brutalidad y el encono de su milicia, había solapado la existencia de pueblos no afines con quienes mantenían tensas relaciones, como los tlaxcaltecas y taráscos, amurallados y cercados por basallos al imperio, subsistían como suministro de prisioneros en batallas rituales llamadas guerras floridas. Sin embargo ejemplificar el yugo por el que vivían los pueblos sometidos es algo difícil de imaginar, la brutalidad de un pueblo guerrero no puede ser entendida sin el esplendor de su civilización mucho menos negando el orden social que imperaba; las tierras comunales, el funcionamiento de un estado monárquico de bases teocráticas y una jerarquía estrictamente lineal que formaba un orden colectivo, ejemplo pulcro de brillante administración y profunda consciencia social, echa por tierra la satanización y el maniqueísmo de la perspectiva conquistadora, pues el ciclo mismo de su historia era repetido en diferente lugar y tiempo.


"Analizar si los procesos revolucionarios de nuestra historia realmente han servido a los fines para los que fueron idealmente realizados estriba en la obviedad, la conquista, la independencia, la revolución mexicana, enarbolan una posta libertadora dirigida por turbios intereses personales, los de las masas han sido relegados por la voluntad de unos cuantos, es la historia de México y la humanidad"
Hernán Cortés, personaje altamente anacrónico por la conveniencia de Bernal Díaz del Castillo, quien por intereses comunes enalteció su liderazgo relegando el de muchos otros, es referido como el artifice de los pactos que llevaron a su victoria y a pesar que no puede ser juzgado por ser parte de su época, nunca fue ni será un héroe, la conquista de México debe entenderse como un proceso revolucionario, ya que esta jamás hubiera sido posible sin la contribución de los indígenas en la gesta, un proceso de liberación orquestado a base de traiciones y engaños que al ser consumada aclaró la faz de la tiranía, el yugo había cambiado de manos, la esclavitud y el sometimiento persistirían; Retirada la benda revolucionaria de sus ojos, otro mundo se abría ante los indios, una mutación ocurriría por la divergencia y convergencia de realidades. Decapitados sus dioses, cubrieron sus mentes un cobijo que diera un sentido a su existencia, fue sin duda una imposición menos por convicción que por conformismo, todo aquel que se resistiera al cambio sería exterminado y es que la nueva religión representaba una alternativa menos brutal a las prácticas acostumbradas, las ofrendas eran menos sangrientas, el sincretismo fue lento y la fusión es un rastro hasta ahora palpable.
Una vez más el indio había caído en las manos equivocadas, su ingenuidad e ilusiones vanas acrecentaron su complejo de inferioridad, una esclavitud autoinfringida de pensamiento reafirmó su carácter de hombre falso, de aquel que busca que le guíen, que le digan qué pensar, cómo actuar, dónde caminar. La mediocridad se traspasaría por sus poros, hediondez de la esclavitud y el conformismo milenario, la falta de unión y liderazgo, antítesis de su esencia es la causa principal de sus problemas, el indio es así porque quiere serlo, porque hasta nuestros días persiste y cierra caminos para no abrirse el suyo, es un esclavo de sí mismo, no es un ser de guerras, es un ser en paz sin paz y es que su multiplicidad sobrepasaba la fracción conquistadora, quien a pesar de poseer armas de mayor calibre, su mejor estoque fue por la afable disposición al sometimiento indígena, la mansedad de su bravura iluminaba ya sus espadas desenvainadas.
Analizar si los procesos revolucionarios de nuestra historia realmente han servido a los fines para los que fueron idealmente realizados estriba en la obviedad, la conquista, la independencia, la revolución mexicana, enarbolan una posta libertadora dirigida por turbios intereses personales, los de las masas han sido relegados por la voluntad de unos cuantos, es la historia de México y la humanidad.
No es nuestro papel el discriminar el pasado pero pareciera que la consciencia histórica es nula, porque esta se ha repetido en diferentes capítulos y somos aún testigos del alba de sus destellos, nuestro sometimiento como pueblo parece ser incesante, por eso hoy levanto mi dedo no para juzgar victimarios ni señalar víctimas, sino culpables, culpable tú, yo, culpables todos, culpable el indio, el mestizo, el criollo, culpable el mexicano que a final de cuentas es uno mismo.

1 comentario:

  1. Interesante.

    El ser humano siempre tiene esa necesidad de imponerse, es natural. Yo creo que cierta manera, ambas sociedades se sometieron entre sí, creando lo que ya sabemos.

    P.D.Me gustó mucho esa última parte.

    Saludo.

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