domingo, 4 de abril de 2010

Un pueblo milenario.


No es posible comprender a la sociedad prehispánica sin analizar su religión, por ser parte de su tiempo la concepción mitológica del mundo derivó en prácticas rituales que no solo en América caracterizaron a la sociedad antigua, los cronistas españoles acertadamente la señalaron como un solo culto plagado de particularidades geográficas.
La cultura olmeca, de quienes sabemos muy poco por la ausencia de restos orgánicos que se desvanecieron por la humedad de su geografía y cuyo legado es difícilmente distinguible, fue la madre de todas las civilizaciones mesoamericanas, su nombre fue acuñado por los mexicas e historiadores le atribuyeron el término de originaria, pues de esta se desprendieron las migraciones que poblarían parte del altiplano, centro y sur de México, fueron estos los creadores de la clásica visión antropogénica prehispánica que subsistió hasta el posclásico, heredaron a sus descendientes el mito de Quetzalcóatl, así como el probable inicio de la tradición sacrificial, el canibalismo y las danzas con pieles humanas.



"El devenir del tiempo renacía con la renovación de un nuevo ciclo"

El simbolismo expreso en las representaciones artísticas mesoamericanas las dotaba de un de un profundo sentido religioso, sus estelas cuentan historias de cruentas batallas, la vida de gloriosos gobernantes eran enaltecida como arquetipos de valía y coraje, la caída de los vencidos es laureada en ritos sacrificiales que quedan plasmados en diversas manifestaciones inspiracionales que reafirmaban su cosmovisión del mundo.
El valor fetichista de su religión era una práctica común, no es de sorprender el hecho de que al arribo de los españoles, quienes con turbia desfachatez destruían templos e ídolos ante la actitud pasmada de los indígenas, fácilmente les hiciera renegar por la inacción de sus dioses o reclamar el amparo que antes les protegía, fueron estos sin duda, factores primordiales en la aceptación del catolicismo y aceleradores de la conquista.
El carácter moral del indígena estaba cimentado en el respeto inculcado por los padres y en el valor de sus enseñanzas, la religión mesoamericana no necesariamente participaba en dicha tarea pues sus labores eran la de perseguir los arquetipos de las deidades y la consecución de valores universales como la valentía, el coraje y el sacrificio. La familia era desde entonces el semillero principal del carácter del indígena que en algunos casos aún persiste. A continuación señalo algunos ejemplos rescatados de exhortos mexicas a sus hijos:

"Hijo mío. Has salido de tu madre, como el pollo del huevo, y creciendo como él, te preparas a volar por el mundo, sin que nos sea dado saber por cuánto tiempo nos concederá el cielo el goce de la piedra preciosa que en tí poseemos; pero sea lo que fuere, procura tú vivir rectamente. Reverencia y saluda a tus mayores, y nunca les des señales de desprecio. No estés mudo para con los pobres y atribulados; antes bien date prisa a consolarlos, con buenas palabras. Honra a todos, especialmente a tus padres, a quienes debes obediencia, temor y servicio. Guárdate el imitar el ejemplo de aquellos malos hijos, que a guisa de brutos, privados de razón, no reverencian a quienes les ha dado el ser, ni quieren someterse a sus correcciones: porque quien sigue sus huellas, tendrá un fin desgraciado y morirá lleno de despecho, o lanzado en un precipicio, o en las garras de las fieras."

"Cuando te pongas en la mesa, no comas a prisa, ni des señales de disgusto si algo no te agrada. Si a la hora de comer viene alguno, parte con él lo que tienes, y cuando alguno coma contigo, no fijes en él tus miradas."

"Cuando te den alguna cosa, acéptala con demostración de gratitud. Si es grande, no te envanezcas; si es pequeña, no la desprecies; no te indignes ni ocasiones disgusto a quien te favorece. Si te enriqueces, no te insolentes con los pobres y con los humildes; pues los dioses que negaron a otros las riquezas para dártelas a tí, disgustados de tu orgullo, pueden quitártelas para dárselas a otros. Vive del fruto de tu trabajo porque así será más agradable el sustento. Yo hijo mío, te he sustentado hasta ahora con mis sudores y en nada he faltado contigo a las obligaciones de padre; te he dado lo necesario sin quitárselo a otros. Haz tú lo mismo."

"No hurtes ni te des al robo, pues será el oprobio de tus padres, debiendo más servirles de honra en galardón de la educación que te han dado. Si eres bueno, tu ejemplo confundirá a los malos. No más hijo mío: esto basta para cumplir las obligaciones de hijo. Con estos consejos quiero fortificar tu corazón. No los desprecies, no los olvides, pues de ellos depende tu vida y toda tu felicidad."

Las ciudades prehispánicas denotan claramente amplios conocimientos arquitectónicos y de ingeniería que vinculaban sus elevaciones principales con el cosmos. Sus basta consciencia de los ciclos solares, lunares y estelares se relacionaban con sus construcciones reafirmando un carácter ritual que confirmaba señoríos y endiosaba gobernantes. Sus altos edificios se activaban en un espectáculo cósmico que fusionaba el tiempo cíclico conformado por dos calendarios uno temporal y otro ritual. El devenir del tiempo renacía con la renovación de un nuevo ciclo gracias a la sabiduría de los sacerdotes o “papas”, nombrados así por Bernal Díaz del Castillo por el uso de largas vestiduras blancas comúnmente manchadas de sangre, poseían estos religiosos el cabello hasta la espalda baja y un cruento hedor a muerte les acompañaba siempre, sobre todo en el pináculo de los cues o area ritual. Practicantes habituales de la sodomía, eran los encargados sacrificar a los cautivos que previamente sedados, en un acto de penitencia regenerarían los ciclos y complacerían las demandas para restablecer el orden universal. A pesar del error de sus prácticas, nunca estuvieron equivocados con la estructuración del tiempo, la renovación de los ciclos es una de las verdades olvidadas por la cultura occidental que debiera ser retomada, para entender nuestra temporalidad en el mundo y para mejor vislumbrar momentos futuros.
La agricultura, el comercio y la guerra fueron los pilares de la economía, esta última sin duda de las más fructíferas pues favorecía el esplendor de los pueblos acrecentando sus riquezas por medio del tributo. El sincretismo cultural, había amalgamado el carácter social del indígena mesoamericano gracias a los intercambios comerciales y a la conquista por otros pueblos, de esta forma podemos encontrar influencias toltecas en el área maya, mexicas en el área totonaca, teotihuacanas en el área mixteca, etc., esta unión solo pudo darse con el paso generacional matizando el carácter cultural del indígena, haciéndolo más afín, pero también más único.
Estudios sociológicos de descendientes del área totonaca en el Tajín, dan fe de una sociedad monárquica y teocrática estructurada en comunas sociales, donde la distribución y especialización de las tareas conformaban una sociedad urbana jerarquizada, cada hombre y mujer formaba un papel preponderante en el desarrollo de la comuna. El concepto de Altépetl, cuyos orígenes se remontan al esplendor olmeca extendiéndose al posclásico mexica, persistió hasta el Siglo XVI en la colonia donde sufrió mutaciones graduales hasta la implementación docta del cabildo español que fue reinventado bajo el entendimiento indígena con el que encontró diversas asociaciones.
Gran parte de la historia prehispánica ha sido desdibujada por el tiempo y la conquista, aún así innumerables tradiciones culturales y creencias persisten hoy en día, en un sincretismo que derivó en una amalgama cultural de la que hoy formamos parte, interesante sería el autoanalizarnos para vincular esos epítomes del pasado con nuestro presente, estoy seguro que los ancestros y su huella sobrepasarán nuestro mapa genético, señalándonos con demasía el camino de su andanza.

1 comentario:

  1. Tienes razón, sobre todo en este país, donde la religión está muy marcada, y es raro todo eso de como fue que una se impuso sobre otras creencias. También es fuerte, pues la manera en que lo hicieron.

    Muy interesante, me gusta tu redacción.

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