domingo, 9 de mayo de 2010

El último emperador

Tres reverencias eran necesarias para acercarse al emperador Moctezuma, “Oh señor, mi gran señor, mi excelentísimo señor”, ante su presencia las prendas de los visitantes eran cambiadas por otras de menor valía y estos en ningún momento podían verle a los ojos sino a los que “traía” en los pies, antes de retirarse estaba prohibido darle la espalda y lo hacían de frente mirando siempre al suelo.

Moctezuma Xocoyotzin, el heredero de dinastías nómadas que siglos atrás limpiaron su sangre nómada emparentándose con la estirpe tolteca (relegando al penacho chichimeca y cambiándolo por la diadema de turquesa) como queriendo negar su pasado nómada, era según los cronistas un hombre severo en la mirada, delgado, con el cabello hasta debajo de las orejas, barba con “pocos pelos muy negros”, tendría unos cuarenta años cuando fue conocido por los españoles, casado con dos esposas legítimas y poseedor de muchas mujeres como amigas, fue un valeroso guerrero educado desde joven para ser dirigente que obtuvo éxitos considerables en sus campañas militares en Ahuizotl y una vez que asumió el poder del imperio era temido y admirado, no solamente por su cercanía a los dioses sino por la severidad de sus decisiones.

Al emperador diariamente se le cocinaban cerca de 300 platillos de los cuales seleccionaba hasta 10 e ingería pocas porciones de los mismos, nadie podía verle mientras comía pues era oculto con un tipo de biombo, acompañaba sus alimentos comúnmente por una bebida hecha a base de cacao y curiosamente la carne de jóvenes mancebos era uno de sus manjares predilectos; al terminar de comer fumaba tabaco, algo que desconcertó a los españoles.


Moctezuma fue un líder precavido que actuó con suspicacia, los presagios y las supersticiones le blandieron la mano muchas veces para asesinar a los españoles, si alguien es responsable de la existencia de México como tal es él

Moctezuma tenía conocimiento de la existencia de hombres blancos y severos en las Antillas, así como de su pronto arribo a Punta catoche en Quintana Roo, los mensajeros del emperador le comunicaron la llegada de estos hombres por medio de una vasta red de mensajeros que se extendían por el imperio. En una ocasión el bastión del imperio envió pintores para dibujar a los españoles en lienzos y mostrárselos a Moctezuma, cuando los españoles llegaron a Tenochtitlán, fue grande su sorpresa al ser presentados con un indígena que tenía un gran parecido físico a Cortés y como le mostraron un casco y espada de sus tropas.

De los grandes mitos del virreinato son la existencia de presagios que preveían la llegada de los españoles y aún cuando existe una gran controversia a este respecto, la verdad es que la asociación de su arribo con el mito de Quetzalcóatl es cierto, pues este se extiende por toda Mesoamérica y a pesar de las desvirtuaciones al mismo que van de la martirización y espiritualidad admirables, a manchas autoinfringidas por un quebranto incestivo que derivan en huída y penitencia para subsanar su daño para después partir y quizá regresar, el mito mexica señala que este bajó al inframundo donde se autosacrificó en Mictlán para dar origen al hombre en un noble acto de comunión

Moctezuma fue un líder precavido que actuó con suspicacia, los presagios y las supersticiones le blandieron la mano muchas veces para asesinar a los españoles, si alguien es responsable de la existencia de México como tal es él, su cautela militar no pudo vislumbrar la revuelta que se avecinaba y es que el emperador cambiaba de parecer súbitamente, como las tres veces que aconteció en Cholula donde fueron hospedados los españoles en tregua para ser ejecutados, pero por salvar la vida de Marina al ser reconocida como propia en un acto noble y subversivo de la esposa del cacique, es después aprehendida en reprochable traición, salvando su vida pero entregando las de millones. La caída del emperador más emblemático es un espejismo de conquista que enmascara una gesta revolucionaria originada por la mitificación de un tiempo de oscurantismo.